Uno va, prepara su moto -le mira el aceite y revisa el
estado general- unos días antes del
viaje de vacaciones o de una larga salida de puente y, mira qué cosa, también
se le ocurre echar un vistazo al estado de sus neumáticos. Entonces, ¡oh
contrariedad!, se da cuenta en ese momento de que están de lo mas chungo. Se ha
tenido que cerciorar tres veces mirándolos a un palmo de su nariz pero acaba
asumiendo que la realidad es dura: el delantero aparece calvo de relieve y el
trasero, aunque mantiene los surcos potables en sus flancos, el centro está más
plano que la novia de Popeye. Claro, ahora se acuerda de que el de atrás es el
segundo juego – el anterior lo cambió a los 11.000 kms- habiendo mantenido hasta ahora el delantero,
que ha “durado”16.000 kms .Nuestro amigo no contaba con ese gasto extra y que
le va a costar una pasta y que será un buen pellizco de sus añoradas
vacaciones.
Recuperado del cabreo inicial, se dirige hacia su tienda
habitual para encargar sus nuevas gomas.
El jefe de recepción se agacha, comprueba las medidas de las ruedas, las
consulta en su stock y después en el ordenador y le suelta:
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